jueves, 11 de diciembre de 2014

Cinema Cocoliso: En Marvel están locos

(Nota introductoria de 1215:

Soy consciente de que la credibilidad de la que gozamos en La Catarsis Erasmista es nula, y sé que nos lo hemos ganado a pulso. Mentimos más que hablamos y se nos va la fuerza por la boca. ¡Algún defecto teníamos que tener!

Sin embargo, cuando hace tiempo avisamos de que estábamos abiertos a colaboraciones no bromeábamos. Creo recordar que incluso os dejamos por estos lares nuestra cuenta de correo (lacatarsiserasmista@gmail.com), por si os apetecía animaros a aportar alguna idea o entrada stulta al blog.

Me llena de orgullo y satisfacción presentaros la primera colaboración externa en La Catarsis Erasmista, que no sólo supone un hito por el hecho de que alguien en su (¿)sano(?) juicio se haya decidido a escribir aquí, sino porque ha servido para que me den un ascenso (lamentablemente no remunerado) y ahora, aparte de miembro fundadora, sea la Editora Nazi del blog (¡por algo me nominaron al EMC al Mayor Nazismo este año!).

Me he hecho una tarjeta de visita y todo.
Como podéis observar, a la derecha de vuestras pantallas y justo debajo del cuadro de la Republica Litterae del blog hay a partir de hoy un nuevo apartado titulado Barbari Collegae donde tendréis cabida todos los que os decidáis a colaborar en La Catarsis.

¡El ganchillo y el melón murieron ayer!

PD: Como la aportación versa sobre cine, y el redactor de la misma manifestó su preferencia por el título Cinema Cocoliso en lugar del que finalmente elegí para nuestra sección cinéfila del blog, La claqueta metálica, he decidido darle uso a la cabecera que creé y usarla, de aquí en adelante, para las colaboraciones del redactor en cuestión.)



En Marvel están locos

Hola a todos, queridos stultos. Tengo el placer de enseñaros una entrada que por primera vez no está escrita por ninguno de los responsables de este blog. No, está escrita por mí. ¿Y quién es “Mi”? Os preguntareis, pues “Mi” es “Yo”, es decir Laesse James, más conocido como Sergio Sánchez. ¿Y quién es Sergio Sánchez y cómo osa publicar una entrada en los dominios de Erasmo de Rotterdam? Pues simplemente… porque me han dejado. Además, supongo que también habrá influido el hecho de que participo habitualmente en otro blog: Manzanas Azules. Y no voy hablar más, que me echan por hacer spam.


Como ya os he dicho, mi nombre es Sergio Sánchez. Soy fotógrafo y artista incomprendido (es decir, malo), y también actor y director de cortos (entrad en Manzanas Azules, en serio). Hoy vengo hablaros de algo muy importante en nuestra sociedad: de los pájaros.

— ¿Cómo que de los pájaros? ¿No es de superhéroes? ¿A qué viene ese título entonces?

Oh, lo siento, me he equivocado de frase.

Si, voy hablaros de los superhéroes, de los cómics y del cine, del cine y de los cómics, de cinecomics, de robots que ven cine y comen cómics.

El otro día me encontré a mí mismo leyendo Batman: The Long Halloween (El Largo Halloween) de Jeph Loeb y Tim Sale. Y cuando digo “Me encontré a mí mismo” hablo en serio: me encontré con mi doppelgänger tumbado en MI cama leyendo MI cómic.

En fin, el caso es que después de una insólita y descacharrante pelea en la que hubo lloros, insultos, puñetazos por doquier y hasta alguna que otra amputación de dedos, llegamos a la conclusión de que era un idiota… bueno, eso es otra historia: llegamos a la conclusión de que ahora están de moda los superhéroes.


No me había dado cuenta de ello hasta ahora. Ni siquiera cuando, hace poco, vi los planes de Marvel de sacar películas hasta… ¡2019! Pero mi querido Otro Yo me dio a entender que, dentro del cine, los superhéroes empiezan a ser los protagonistas principales.

Mi otro yo es un tipo con carácter y mala hostia: ya puede venir Will Smith con traje de fallera, rapeando el openning de The Fresh Prince of Bel-Air (El príncipe de Bel-Air) en castellano, mientras sostiene con una mano una bandeja con el Oscar que todavía no le han dado a Gary Oldman y con el que (NO) le (DEBIERON) dieron (DAR) a Nicolas Cage, al tiempo que conduce un mini-triciclo… (pausa para respirar)… que mi otro yo al verlo acercarse le escupiría de tal manera que Smith olvidaría de golpe el guión de Wild Wild West (y, de paso, Kevin Kline y Kenneth Branagh también lo harían).


Hablando de Kenneth Branagh os aviso de que, aunque no voy a meterme con él (sé a ciencia cierta que cuenta con muchos admiradores en los terrenos de Erasmo de Rotterdam, y me incluyo), no puedo pasar por alto, entrando en el terreno cinematográfico de superhéroes, lo curioso que resulta que un tipo como él, con películas (peliculones) como Hamlet, Henry V (Enrique V) o Peter’s Friends (Los amigos de Peter), se ponga a dirigir… Thor. Antes de seguir admito que Thor me gusta; de hecho, me gusta más la primera película que la segunda (que no está dirigida por Kenneth Branagh), estrenada hace ya bastante.

Pero… Ken, ¿puedo llamarte Ken? Ken… ¿por qué? ¿POR QUÉ?


¿Dónde está tu Macbeth? ¿Y tu King Lear (El Rey Lear)? ¿Richard III (Ricardo III)? Vale, vale, quizá es pedir demasiado pero, ¿es que nadie pagaría por ver un Macbeth dirigido por Kenneth Branagh? Porque yo sí.

Volviendo al tema de los superhéroes, podría escribir toda una entrada sobre la última imagen que nos ofrecieron sobre sus futuros proyectos, de entre los que podríamos destacar, por ejemplo, Captain America: Civil War (Capitán America: Guerra Civil), Thor: Ragnarok, Guardians of the Galaxy 2 (Guardianes de la Galaxia 2), Doctor Strange (¿¡Benedict Cumberbatch!?) o la primera y segunda parte de la tercera parte (se apodera de mi Groucho Marx) de The Avengers (Los Vengadores). Todo eso hasta 2019, sin contar algunas series que van a salir en televisión, como Daredevil. Y después, ¿se acabó? Lo dudo.


No digo que esté mal. De hecho reconozco que hay varias que quiero ver, como Guardians of the Galaxy (soy heterosexual y amo a Chris Pratt, con eso queda todo claro), Captain America: Civil War (me dejó buen sabor de boca The Winter Soldier [El soldado de invierno]), o Thor: Ragnarok. Pero, ¿proyectos hasta 2019? ¿De verdad hacen falta? ¿Confirmación de nuevos superhéroes como Pantera aun sin saber si puede gustar? Aunque lo de Doctor Strange les va a resultar fácil, eso seguro, teniendo de protagonista a Benedict Cumberbatch.

Y esto refiriéndonos sólo a Marvel, ya que también podríamos hablar de DC Comics y Warner Bros con su Justice League (La liga de la justicia) (tengo más interés en Justice League Dark [La liga de la justicia oscura] con Constantine y guión de Guillermo del Toro) capitaneada por el Superman triste del sobrevalorado Zack Snyder y el Batman fofo de… Ben Affleck. Y en otras productoras (aunque los comics también son Marvel) tenemos al Spider-man hipster (me duele mucho decir esto) y a los rejuvenecidos X-Men (para mi gusto, la única franquicia que de verdad se mantiene en forma).

Sí, los superhéroes están de moda: tan de moda que dentro de unos meses me veré obligado a pegarme un tiro porque solo se hablará de ellos y se confirmará (si no se confirmó hace ya bastante) que Hollywood ha matado a la originalidad y pasea su cadáver como un trofeo.


Y terminada la entrada, quiero pedir disculpas desde aquí a los Directivos de La Catarsis por lo que acabo de escribir, aunque espero que vuelvan a contar conmigo para futuras entradas absurdas (lo de esta no volverá a ocurrir, ¡lo juro!).

Y como colofón final, un estupendo coro de aplausos:


La próxima vez que nos veamos, nos veremos más y… ¡mejor!

miércoles, 5 de noviembre de 2014

La Claqueta Metálica: Ridley Scott y yo hemos terminado



Ridley Scott y yo hemos terminado

No me preguntéis cómo llevo la ruptura porque la herida está todavía reciente, pero mi resolución es firme y no pienso echarme atrás: lo mío con Ridley Scott se ha acabado.

Ridley y yo siempre hemos tenido, desde el inicio de nuestra relación, ciertos roces. Pero como ocurre con todos los grandes genios, de vez en cuando hay que saber perdonarles sus delirios de grandeza y estar ahí para volver a ponerles los pies en el suelo cuando es necesario.

Ridley me conquistó, ¡y hasta qué punto!, con su magistral Alien (1979). Nada tengo que reprocharle por aquello, ya que gracias a ella me convertí de la noche a la mañana en ferviente admiradora de la teniente Ripley (de las pocas protagonistas dignas que una versión femenina de Los Mercenarios podría tener) y firme adepta a la religión de los xenomorfos, critaturitas bellas donde las haya a las que, como a toda divinidad que se precie, hay que amar y temer a partes iguales.

Mirad qué cosa más simpática de bicho.

Sin embargo, y pese a mis súplicas para que Ridley no abandonara la franquicia Alien antes de lo debido, acabó delegando la tarea en compañeros como James Cameron (que, para mi gusto, consiguió con Aliens (1986) desmentir aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”), David Fincher y Jean-Pierre Jeunet. Craso error. Si con Alien3 (1992)  la cosa ya desvarió bastante –aunque afortunadamente el final de la película cerraba decentemente la trilogía dedicada al xenomorfo–, lo de Alien: Resurrection (1997) fue imperdonable. Más aún si pensamos que me gasté 11.95€ en hacerme con ella, desoyendo los consejos de entendidos en la materia, sólo porque “tenía que completar la colección”. Oídme, stultos: ES MALA CON GANAS.

En serio: ¿esto qué es? Menos mal que Jean-Pierre Jeunet se redimió de sus pecados cuatro años después con Amélie (2001), porque de no haberlo hecho creo que todavía estaría incluido en mi lista de personas non gratas dentro del mundo del celuloide.

De Blade Runner (1982) nunca supe bien qué pensar. A Harrison Ford hay que tenerle cariño por razones de peso que incluyen ser Han Solo e Indiana Jones, pero el único consuelo que encuentro cuando trato de justificar su papel en esta película es que quizá el personaje de Rick Deckard no necesitara más del gesto y medio que Ford emplea para darle vida. Aún así, la presencia de Rutger Hauer y de Vangelis a cargo de la banda sonora todo lo curan. Recomiendo, no obstante, hincarle el diente a la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick y tratar luego de entender qué le pasó a Ridley por la cabeza para que Blade Runner terminara siendo lo que es hoy.

Dios bendiga a Roy Batty en general, y a esta escena en particular.

No obstante, no puedo jactarme de haber estado siempre ahí para Ridley, así que de 1982 me veo obligada a saltarme una década de su filmografía, sintiéndolo mucho por Thelma & Louise (1991), hasta llegar a 1492, la conquista del paraíso (1992), película que no merece siquiera ser comprada por un mísero euro en los puestos correspondientes del Rastro donde, creedme, siempre os encontraréis con un mínimo de cinco o seis copias de la misma (por algo será).

Creo estar en lo cierto si digo que 1492, la conquista del paraíso supuso el principio del fin de mi relación con Ridley. Aquí ni Sigourney Weaver, ni siquiera Vangelis pudieron hacer algo para mejorar este estropicio. Terrorífico, abominable. ¿Por qué, Ridley, hiciste algo así? Quise pensar que hasta los más grandes flaquean de vez en cuando, así que achaqué 1492 a un bajón creativo y pasé página.

Os dejo con la banda sonora, que es lo único salvable.

La siguiente película con la que Ridley me sorprendió, y de qué manera, fue Gladiator (2000). Un Russell Crowe en estado de gracia, el inquietante pero magnético Joaquin Phoenix, mi bien amado Derek Jacobi paseándose por el Senado romano como Pedro por su casa, banda sonora de Hans Zimmer y, en general, muchos elementos que parecían pensados exclusivamente para hacerme feliz. “Ridley, has vuelto” pensé, esperanzada.

Pero igual que Russell Crowe, que después de Gladiator y la inmediatamente posterior Una mente maravillosa (2001) no volvió a levantar cabeza hasta día de hoy, Ridley tenía sus días contados.



En 2001 estrenaba Hannibal, no sé con qué intención. ¿Acaso esperaba, pobre inocente, no ya superar (hazaña imposible) sino igualar la perfección de El silencio de los corderos (1991)? ¿Tantos años en el mundo del cine no le habían enseñado que hay cosas que es mejor dejar tranquilas si uno no quiere que su reputación como cineasta se vaya al garete? Parece que no. Hannibal resulta, siendo benévolos, decepcionante. Sé que hay mucho fan de Juliane Moore suelto (yo también lo soy, aunque en menor medida, por lo que parece), pero para mí nunca habrá más Clarice Starling que Jodie Foster. Y me duele admitir que Hannibal me produce un sopor profundo cuando entre su reparto están no solo el gran Anthony Hopkins sino también mi querido Gary Oldman; pero nada, ni por esas. ¿En qué estabas pensando, Ridley…?

Ray Liotta es un tipo de gustos culinarios raros, raros.

Como me pasaba con Thelma & Louise, tampoco puedo hablar de su siguiente éxito, Black Hawk Down (2003), aunque creo recordar que las opiniones que he oído al respecto son bastante buenas. Paso, pues, a la siguiente obra de su filmografía: Kingdom of Heaven (2005).

(A Black Hawk Down le sigue Matchstick Men (2003), de la que no tengo noticia alguna. No obstante, y puesto que el protagonista no es otro que el malogrado Nicolas Cage, todavía y por fortuna luciendo sus entradas originales y no los implantes capilares de los últimos años, prefiero obviar su visionado, por cuestiones de salud.)

Lo más salvable de Kingdom of Heaven: Eva Green, que tiene un no-se-qué que la hace irresistible.

Nunca olvidaré a cierto profesor, erudito donde los haya en materia de cine, que al referirse a Kingdom of Heaven la calificó con el adjetivo “mala” un mínimo de veinticinco veces. Huelga decir que comparto su opinión, aunque he de admitir que en su momento vi la película gustosa por protagonizarla Orlando Bloom (a quien, en pleno auge de la trilogía de El Señor de los Anillos, yo tenía en cierta estima por aquello de que Légolas me hacía tilín… aunque todos sabemos que eso no duraría mucho, y que mis hormonas pronto me llevarían con mejor tiento por el camino de los montaraces churretosos). Tal vez lo de que la película se rodara en parte en el aragonés Castillo de Loarre debería apelar a mi compasión, pero mucho me temo que no es así.

“Querido Ridley”, le dije, “parece que con Gladiator te pitó la flauta de pura casualidad, porque si atendemos a los ejemplos de 1492 y Kingdom of Heaven me parece a mí, no sé, que el cine histórico no es lo tuyo”. Pero Ridley hizo oídos sordos a mis palabras y siguió recorriendo su particular camino hacia la más absoluta pérdida de credibilidad como cineasta.

A continuación vendría A Good Year (2006) que, por si no lo sabíais, fue producto de un último esfuerzo de Ridley por recuperar mi fe en él. ¿Por qué? Porque reunió en la pantalla a Russell Crowe (hacia quien yo todavía sentía cierto cariño, dado que para Los Miserables aún faltaba mucho) con uno de mis amores platónicos femeninos franceses (tengo varios, ya os contaré) por excelencia, Marion Cotillard. Lo hizo adrede, claro está, para intentar ganarse mi favor. ¡Pero no lo consiguió!

Y es que la película no es nada del otro mundo, aunque la ambientación en la Provenza francesa sea algo que siempre le alegra la vista al público. Pero con todo y eso, no le hace ni de lejos justicia a Ridley.

Ay Marion, Marion... ¿qué te pasó en The Dark Knight Rises, Marion?

Lo siguiente en su filmografía sería American Gangster (2007), película que todavía tengo pendiente. No obstante, y aquí confío ciegamente en el juicio emitido por El Exarca de Kyoto al respecto, merece la pena verla.

La que sí he visto, por suerte o por desgracia, es Body of Lies (2008), con nada más y nada menos que Leonardo DiCaprio y Russell Crowe en los roles protagonistas. Tuve suerte de ver esta película en su momento, porque si tuviera que visionarla hoy, después de El lobo de Wall Street y Los Miserables, probablemente me negaría a hacerlo (no puedo ver a ninguno de los dos actores ni en pintura). Aún así, Body of Lies pasó por mi vida sin pena ni gloria, aunque debo reseñar que me sirvió para ir cogiéndole cariño a Mark Strong (algo que he seguido haciendo a lo largo de los años).



Puede verse perfectamente cómo a estas alturas mi relación con Ridley Scott ya se encontraba bastante deteriorada. Pero lo peor estaba por venir. En 2010 tanto Ridley como yo pusimos todas nuestras esperanzas en Robin Hood. Yo, porque la historia del forajido inglés siempre me había llamado la atención; Ridley, porque todavía pretendía demostrarme su destreza en la creación de películas históricas.

¿Cuál fue el resultado? Aunque no fue del todo malo (¿qué queréis que yo le haga?, me combinan en una misma película el siglo XIII inglés, tiro con arco, musiquilla irlandesa que me trae recuerdos del Barry Lyndon de Kubrick, a un Alan A’Dayle que parece salido de un grupo heavy, paisajes verduscos, al ya mencionado Mark Strong, a Matthew Macfadyen y su portentosa voz, y a otra de mis grandes debilidades femeninas francesas como es Léa Seydoux… ¡no puedo resistirme!), tampoco fue bueno. No fue, como quizá algunos esperábamos, “el nuevo Gladiator” de Ridley Scott.

No creo que se recuerde al Robin Hood de Crowe por encima del de Kevin Costner. Y aunque así fuera, cosa que dudo, todavía tendría que medirse con Sean Connery y, desde luego, con Errol Flynn, cuyas mallas verdes tienen un poderío imbatible.

Aún así, mi Robin Hood preferido siempre ha sido y será éste.

Prometheus (2012) ya es harina de otro costal. Todavía conservo el cuaderno donde, al salir del cine, un amigo y yo tratamos de reconstruir el árbol genealógico del bicho que aparece al final de la película, sin éxito. Si Ridley pretendía que Prometheus se erigiera en digna sucesora de Alien, desde luego fracasó estrepitosamente. No sólo porque, lo siento, Noomi Rapace no le llegue ni a la suela del zapato a la teniente Ripley, ni porque cualquiera prefiera beberse de un trago el contenido de las famosas ánforas de la película a tener que vérselas cara a cara con un xenomorfo de los de toda la vida, sino porque la trama de Prometheus no hay por donde pillarla.

En verdad, en verdad os digo que lo mejor que ha dado Prometheus ha sido el artículo al respecto que publicaron en JotDown: Prometheus para dummies. Bueno, eso y las odiosas pero inevitables comparaciones entre los Ingenieros y Calamardo Tentáculos…



Y llegamos al plato fuerte: The Counselor (2013). Tener una puntuación de 5,4 en IMDb no es moco de pavo: indica que la película en cuestión es mala con ganas. Yo, por si os interesa saberlo, fui en extremo benévola y le puse un 2. Es la película a la que menos puntuación le he dado en toda mi vida cinéfila. ¡Incluso Ira de Tostones (Ira de Titanes, 2010) tiene un 3!

Además, y por si no os acordáis, The Counselor recibió una nominación al EMC 2014 a la Mejor Escena Sexual No Justificada, por aquella en la que Cameron Díaz aparece “follándose a un ferrari”. ¿Y qué habíamos dicho que era peor que tener muchas nominaciones a los EMCs? No tener ninguna.

Podría escribir una crítica feroz de The Counselor y no dejar títere con cabeza pero no lo haré, porque no merece la pena. Os doy simplemente un consejo: no la veáis. No malgastéis 117 minutos de vuestras vidas en ella, como hice yo por amor al arte.

Pues muy bien, Pe. Que te cunda.

Obviamente, después de The Counselor le retiré la palabra a Ridley durante un tiempo. Aquella crisis de pareja no presagiaba nada bueno. Pero todavía tenía fe en el Ridley de antaño, el Ridley que había llevado a la gran pantalla Alien. El espíritu de aquel Ridley todavía tenía que estar vivo, en alguna parte.

¡Ah, qué ilusa fui! Desde entonces Ridley no ha hecho más que anunciar proyectos que me han hecho llevarme las manos a la cabeza. El primero de ellos, cuyo estreno es inminente, es Exodus: Gods and Kings (2014). Os dejo aquí el tráiler y os animo a que hagáis memoria (sobre todo aquellos que pertenezcáis a mi generación) tratando de encontrarle un paralelo cinematográfico.



A lo mejor alguno se ha remontado hasta The Ten Commandments (1956) de Cecil B. DeMille, con Charlton Heston y su pelucón post-revelación en el Monte Sinaí, pero no me refería a ella. ¿A nadie le parece esto un vil refrito de The Prince of Egypt (1998)? Desde luego, la historia es la misma, y mientras que la segunda la desarrolla en unos digeribles 99 minutos, la primera lo hará en 142. Para más inri, la película de animación cuenta con una banda sonora del todopoderoso Hans Zimmer que fue nominada al Oscar en su momento, ¡y no me extraña!

Y si no, decidme una cosa: ¿qué queda más épico, el tráiler de The Prince of Egypt con la música de Exodus, o el tráiler de Exodus con la música de The Prince of Egypt? Creo que la respuesta está bastante clara…




Además, entre el tono 300 de la fotografía y los “impresionantes” planos aéreos creados con CGI, me parece a mí que Ridley no va a aportar nada nuevo al género. Llamadme rancia si queréis, pero es lo que hay.


Por si fuera poco, el proyecto estrella de Ridley Scott para un futuro no muy lejano es, agarraos a la silla, la secuela de Blade Runner. Bien, como ya os he dicho, me cuento entre los fans moderados de la película; no soy, ni mucho menos, de los que la defienden a capa y espada. Pero aún así la idea de rodar una secuela me parece un error como la copa de un pino. Y lo peor es que Harrison Ford parece estar entusiasmado con la idea. ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenemos de ver a Harrison “Fósil” Ford otra vez como Rick Deckard?

Vale que al parecer existen tres novelas, secuelas oficiales y autorizadas por Philip K. Dick (recordemos, el escritor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) que fueron escritas por un colega suyo, K. W. Jeter, para continuar con el argumento tanto de la novela original como de la película. Por tanto, no puedo quejarme de que Ridley vaya a sacarse el guión de Blade Runner 2 la manga (aunque visto lo que hizo con la primera, tampoco sé qué pensar). El caso es que, a mi juicio, Blade Runner, como película de culto que es, merece ser dejada en paz.

Si no, Daryl Hannah se pone nerviosa.

¿Qué pretende Ridley resucitando la que muchos consideran como su obra maestra treinta años después, seguir viviendo de las rentas? ¿Qué espera hacer con un Harrison Ford que ya no está para muchos trotes? ¿Cree que puede convertir Blade Runner 2 en una nueva película de culto? Ridley, no. Desde luego que congregará a las masas en los cines, fans de todas las edades que irán a ver qué fue de Rick Deckard y los replicantes, qué de aquel misterioso unicornio de origami. Muchos irán (iremos, para qué engañarme) por comprobar si, años después, consiguen por fin despejar la incógnita que pesa sobre el personaje de Deckard: ¿replicante o humano?

Sin embargo me atrevo a profetizar, y ojalá me equivoque, que los amantes de Blade Runner quedarán divididos: algunos pocos, creo, elevarán a Ridley a la categoría de divinidad después de ver esta secuela, sinceramente maravillados por el poderío narrativo y el buen saber hacer cinematográfico del director; otros muchos quedarán decepcionados con la película, por no haber sido capaz de colmar sus expectativas; otros la venerarán engañándose a sí mismos, tratando de convencerse de que está a la altura de la original y reacios a afrontar la cruda realidad. Y también habrá un nutrido grupo de espectadores que, ajenos a lo que supuso Blade Runner en su momento, se enfrentarán a esta secuela como si se tratara de una película de ciencia ficción más, como tantas otras que se ven en las carteleras hoy día. Y quizá a alguno se le despierte la curiosidad por saber cuál es el origen de la misma, topándose así con el filme de 1982 y tachándolo, casi con toda seguridad, de tostón intragable.



Pero ni siquiera las noticias de Blade Runner 2 han sido las que me han movido a romper con Ridley. Lo que de verdad me ha hecho hervir la sangre ha sido saber que Ridley Scott va a producir una mini-serie que supone la secuela de 2001: A Space Odyssey (aquí la noticia en la web de Fofogramas).

Os resumo mi reacción:


A ver cómo os lo explico: 2001: A Space Odyssey (1961) es ABSOLUTAMENTE INTOCABLE. No sólo por ser una creación del genial Stanley Kubrick, a quien le profeso una admiración fuera de lo común, sino porque volvemos al caso de Blade Runner: es una obra maestra que se ha ganado con creces su lugar en el firmamento del Séptimo Arte y no debe ser profanada.

Y muchos diréis: “Pero mujer, no te alarmes, que Ridley Scott sólo va a ser el productor”. ¿Perdón? Está claro que quien va a partir el bacalao va a ser mi amigo Ridley, y a estas alturas no me fío un pelo de él. Además, ¿no os vale el ejemplo, por poner alguna otra serie, de Boardwalk Empire? El productor ejecutivo de la misma no es otro que Martin Scorsese, y se nota. ¿Pretendéis, pues, que la mano de Ridley Scott pase desapercibida en este proyecto? ¡Inocentes!

 La mini-serie, que al parecer llevará el título de 3001: The Final Odyssey, y que según dice IMDb verá la luz allá por 2017, adaptará el último libro de la tetralogía escrita por Arthur C. Clarke, cuya primera entrega tomó Kubrick como base para su película.

Así le daba yo en la cabeza a Ridley y compañía, por listos.

Obviamente aquí dudo que vayamos a encontrarnos con Keir Dullea retomando su papel, aunque lo mismo insertan digitalmente la cara del actor sobre el cuerpo sin vida del astronauta Frank Poole (a quien Dullea interpretaba en el filme de Kubrick), con el descubrimiento del cual se inicia este último capítulo de la saga.

Además, no es por juzgar antes de tiempo, pero… ¿de verdad pretenden poner al guionista de Piratas del Caribe (y, lo que es peor, también de la Australia de Baz Luhrmann) a escribir y producir la serie? ¿Ese pobre diablo va a tener que medirse con Kubrick y Arthur C. Clark? Le compadezco de veras.

¿Qué pensaría Kubrick de esta aventura que Ridley Scott se apresura a emprender? Ojalá lo supiera. Desde luego no creo que le pareciera viable desarrollar toda una mini-serie basándose en la premisa que le sirvió para dar forma a 2001: la de transmitir una determinada experiencia sensorial al espectador por medio de una conjunción entre imagen y sonido que sólo él era capaz de crear. Dudo que los valores estéticos que Kubrick tuvo presentes en la concepción de su película (y que constituyen la esencia misma de 2001: A Space Odyssey, así como la marca personal del director a lo largo de toda su filmografía) vayan a tener el más mínimo correlato en la mini-serie de Ridley, a la que le imagino unos intereses bastante distintos.

"Vengo del más allá a pararos los pies, ¡PEDAZO DE FULANOS!"

Y, como decía en el caso de Blade Runner 2, ¡ojalá en esto también me equivoque! Me encantaría tener que arrepentirme de mis palabras de aquí a tres años y poder dedicar una entrega de esta sección a alabar el criterio de Ridley Scott. Os prometo que, si llega el caso, me tragaré mi orgullo y le pediré a Ridley que volvamos.


Mientras tanto, ojalá HAL 9000 boicoteando toda tentativa de los creadores de la serie que suponga una falta de respeto a la memoria de Kubrick.



Ojalá un monolito recordándole continuamente a Ridley que le va a ser difícil salir airoso de esta empresa.



Ridley Scott… te vigilo.



NOTA: Sé que me he dejado más de una y más de dos películas de Ridley Scott en el tintero: The Duellists (1977), Legend (1985), Someone to Watch Over Me (1987), Black Rain (1989), White Squall (1996), y G. I. Jane (1997). Os ruego que me perdonéis, pero no he tenido el gusto (o el disgusto) de verlas, y tampoco cuento con ninguna opinión semi-fiable al respecto. Si habéis visto alguna de ellas, estaré encantada de leer cualquier cosa que queráis decir sobre las mismas en los comentarios de esta entrada.

domingo, 5 de octubre de 2014

La Claqueta Metálica: Todos con Leo



Todos con Leo

Lo anunciaban anteayer en Fofogramas (e, imagino, en miles de millones de otros medios de comunicación): Leonardo DiCaprio abandona la interpretación…

"Ah, se siente."

... TEMPORALMENTE.

Con lo que, de primeras, nos ahorramos que le ponga su jeta a Steve Jobs en la película sobre el mismo que prepara Danny Boyle. Según dicen en The Hollywood Reporter, ya se están barajando nombres como los de Christian Bale, Matt Damon, Ben Affleck y Bradley Cooper para cubrir el puesto del insustituible DiCaprio. Por mí, se los podían ahorrar a todos. No tengo ganas ni tiempo para ponerme a explicar por qué la moda (ya vigente desde hace algunos años) de rodar biopics sobre la vida de TODO CRISTO me parece una pérdida de tiempo y un signo inequívoco de que las “crisis creativas” no son competencia exclusiva de La Catarsis Erasmista (¡aleluya!). Sólo diré que si finalmente se decantan por Bradley Cooper, el remedio va a ser peor que la enfermedad.

Steve Jobs se ríe (por no llorar) desde la ultratumba al leer la noticia (en su iPhone 9000) de que puede que Bradley Cooper haga de él en el citado biopic.

Pero volvamos con DiCaprio, que es lo que nos preocupa. Aunque se haya desvinculado del biopic de Steve Jobs, nuestro amigo Leonardo todavía tiene pendiente The Renevant a las órdenes de Alejandro González Iñárritu y con un compañero de lujo: Tom Hardy. Así que, fans acérrimos de DiCaprio, no lloréis: todavía volveréis a verle en pantalla una vez más.

Hardy es la única razón por la que voy a darle una oportunidad a la segunda temporada de la serie Peaky Blinders. Ha sido bautizado como "el nuevo Brando" (a la gente de Cannes se le va la pinza: Brando no hay más que uno), y lo cierto es que el zagal me cae simpático, incluso aunque cuando vaya afeitado me den una grima importante los labios que tiene (por razones que, dicho sea de paso, escapan a mi comprensión).

En Fofogramas se aventuran a lanzar la siguiente hipótesis para explicar el parón de DiCaprio: “Quizás la intensidad de sus tres últimos trabajos, Django Desencadenado, El Gran Gatsby y El Lobo de Wall Street, han sido un punto de inflexión en la carrera del actor”. Aparte de que me chirría al ojo la estructura de la frase (si el sujeto es “la intensidad”, ¿el verbo no iría en singular?; ¿el punto de inflexión es la intensidad de los trabajos o los trabajos en sí?; ¿habéis oído hablar de la asignatura “Español escrito para fines académicos”?), tengo varias cosas que decir al respecto de dichos trabajos:
1) Django Desencadenado: Antes de nada debe notarse que su Calvin Candie es un personaje secundario que no puede competir con los roles protagonistas de las otras dos películas. Sin embargo, he de admitir que su actuación fue una de las cosas que más me gustó de Django, no por nada, sino porque me divertí con DiCaprio. Pensé “Jo, Tarantino, ¡qué genio eres! Has sido capaz de sacar a DiCaprio de su (interminable) racha de personajes de ceño fruncido”. Probablemente me gustó más incluso que Christoph Waltz, y no porque Waltz no lo hiciera bien, sino porque su Dr. King Schultz me pareció una especie de refrito del Coronel Hans Landa de Malditos Bastardos. Y, diantres, digo yo que Waltz vale más que eso, ¿no?

2) El Gran Gatsby: Lo siento mucho, pero entre la insoportable languidez de Carey Mulligan, el desvarío fílmico generalizado característico del amigo Baz Luhrmann y la actuación de DiCaprio, esta versión de El Gran Gatsby se me hizo intragable. Y no es que le tenga mucho más cariño a la del 74 con Robert Redford y Mia Farrow (a decir verdad, creo que mi problema radica en el hecho de que la novela de Fitzgerald ya se me hace coñazo de por sí), pero… de verdad, ¡qué 143 minutos de suplicio! No me creo a DiCaprio de galán. Se podía haber ahorrado esta película, y todos seríamos más felices.
Claramente, DiCaprio se estaba yendo por las patas abajo durante el rodaje de esta toma. Si no, que alguien me explique el porqué de su cara de estreñimiento. QUE ME LO EXPLIQUE.

3) El lobo de Wall Street:Bueno, yo CREO que después de los EMCs 2014 sobra cualquier tipo de comentario respecto a esta película. Desde que tuve la desgracia de verla en los Cines Verdi con El Exarca de Kyoto y las Señoras ganadoras del EMC 2014 al Mejor “Tiene dos huevos así de grandes” no puedo ver  a DiCaprio ni en pintura. Lo mismo que me pasó con Russell Crowe después de Los miserables.
Ojalá pudiera, Russell Crowe... OJALÁ PUDIERA.

Entiendo, dentro de lo que cabe, que el rodaje de El lobo de Wall Street le supusiera a DiCaprio un desgaste físico y psicológico notable, sobre todo después de escenas como la de la sobredosis de quaaludes. De hecho me sorprende que no tuvieran que darle algún que otro día libre después de rodarla (lo que me recuerda al caso del actor Donald O’Connor, que después de grabar el número musical de Make ‘em laugh en Cantando bajo la lluvia estuvo tres días en cama para reponerse del esfuerzo realizado… ¡y con razón!).

También me sorprende, por cierto, que la afonía no fuera un problema frecuente durante el rodaje, dado que, como demuestra el fastuoso “Honest Trailer” de El lobo de Wall Street, DiCaprio básicamente se pasa la película yelling his way to an Oscar nomination…

Ojo, que el trailer contiene perlas como "Experience the film that critics fucking slammed for glorifying the lifestyle of a corrupt Wall Street stockbroker, even though he's a fucking miserable wife beating drug addict who loses his business, family and fortune", o "Settle in for a movie that's all about fucking excess". Y os prometo que no hemos sido nosotros quienes hemos redactado el guión...


Pero aun así, no me convence. Sinceramente, pienso que al igual que desde La Catarsis Erasmista catapultamos al éxito las carreras de Mads Mikkelsen y Jennifer Lawrence con sus premios de los EMCs 2013, la campaña “anti-Leo” que lanzamos con los EMCs 2014 ha debido de dejar a DiCaprio en muy mala posición dentro de Hollywood.

Paraos a pensarlo: en la primera edición de los EMCs, Russell Crowe consiguió un total de 7 nominaciones, en 2 de las cuales se proclamó vencedor. Y no sólo eso, sino que en los EMCs de este año fue nominado de nuevo por su caída en Los miserables… ¡y se creó un premio en su honor: el Honorífico Russell Crowe a los mejores agudos! Desde entonces no levanta cabeza: Man of Steel (vale, al Jor-El de Marlon Brando a hortera no le gana nadie, pero el de Crowe parece que se ha confundido de película y acaba de escaparse de Jotunheim… aunque el mejor Jor-El siempre será el padre de Ernesto Sevilla), otras dos películas de las que no sé si habréis oído hablar (yo, desde luego, no), Winter’s Tale y Broken City, y la todopoderosa Noé de Darren Aronofsky, a la que espero que no le caiga ninguna nominación en los Oscars del 2015 porque no tengo gana ninguna de verla.

Amén de que parece que a Crowe le gustó el look que lucía Hugh Jackman en Los miserables y  pensó "Oye, pues se lo copio en Noé". ¡Qué original!

Visto el ejemplo de Crowe, a Leonardo DiCaprio seguro que se le erizaron los pelos del sobaco al ver que El lobo de Wall Street obtenía 15 nominaciones a los EMCs 2014 (2 de ellas directamente relacionadas con el personaje de DiCaprio, Jordan Belfort) y que, además, él estaba nominado en otras 2 categorías. Finalmente, ELDWS se llevó un total de 4 EMCs más un premio creado a propósito (la Pseudo Yema Abulense Maquiavélica) para aquellos detalles cinematográficos que nos revuelven el estómago. Leonardo, sin embargo, se fue de vacío: recordad que el EMC al Mejor Loser se lo dimos a Tobey Maguire, porque estábamos tan enfadados con DiCaprio que no quisimos concederle siquiera el honor de ser el mejor de los peores.

Y es que si hay algo peor que llevarse un EMC es, de hecho, no llevarse ninguno.


Muy confiado tras haber ganado, en la edición del 2013, el EMC a las (Des)Ventajas de ser un Marginado, DiCaprio pensó seguramente que liarse la manta a la cabeza y hacer algo como El lobo de Wall Street no iba a tener consecuencias. “Soy intocable. Soy el crío que se convirtió en el terror de las nenas gracias a Titanic. Scorsese me quiere a mí más que a De Niro. Soy el niño bonito del cine. No me dan un Oscar porque no me haría justicia: me merezco un premio que esté por encima de eso”.  Pero se equivocó.

Sin embargo la jugada no le salió del todo bien. Llegaron los premios de la Academia y DiCaprio no se llevó el Oscar a Mejor Actor del 2014: fue su compañero de reparto, Matthew McConaughey, quien le arrebató la estatuilla por su papel en Dallas Buyers Club.

Aquí tenéis el momento en que se anunciaba que Matthew McConaughey se había hecho con el Oscar. Mirad cómo Leonardo se muerde los labios tratando de contener las lágrimas, y cómo Jonah Hill, en el primer GIF, le dirige una mirada de soslayo para asegurarse de que Leo no va a levantarse y a empezar a arrancar cabezas a mordiscos.

Pero Leonardo ya estaba acostumbrado a que le quitaran el Oscar delante de sus narices, e incluso tenía ensayada la cara de póker durante la ceremonia. Lo que no se esperaba era obtener unos resultados tan catastróficos en los EMCs 2014, después de los cuales nuestro querido DiCaprio llegó a la conclusión (a buenas horas…) de que había metido la pata hasta el fondo.

Desde entonces DiCaprio se ha sumido en un pozo de desesperación donde, si bien siguen consolándolo diversas modelos rubiales del estilo de su larga lista de exnovias, le atormentan continuamente las dudas acerca de su futuro en la industria cinematográfica al tiempo que le persiguen los fantasmas de sus equivocaciones pasadas. Y todo esto se ve reflejado en las pintas con las que se ha dejado ver Leonardo este verano…

¿Por qué, Leonardo...
... POR QUÉ?

Los hay que han dicho, incluso que DiCaprio está tratando de emular a un peso pesado del celuloide, el gran Jack Nicholson. Y pese a que de momento no va del todo por el buen camino (al menos en lo que se refiere a méritos cinematográficos), sí es cierto que en el plano físico sus esfuerzos están dando resultado:

El parecido resulta escalofriante si pensamos en que los actores, en las fotos, se llevan una diferencia de, probablemente, más de 20 años.

Conclusión: no os creáis todo lo que dice Internet. Si Leonardo DiCaprio abandona TEMPORALMENTE la interpretación es porque La Catarsis Erasmista le ha ayudado a abrir los ojos y a ser consciente de sus errores.

Desde el blog queremos mandarle a DiCaprio una cariñosa palmadita en la espalda. Hemos perdido la fe en ti, pero todavía podemos recuperarla. Siendo sinceros, hemos recibido la noticia de tu retiro TEMPORAL con la más amplia de las sonrisas y lo consideramos un justo castigo divino (Ningirsu no perdona) por haberte atrevido (junto a Scorsese, que es igual de culpable) a hacer algo como El lobo de Wall Street. Pero también confiamos en que este paréntesis te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva, y que dentro de, quién sabe, cinco o diez años (o quizá no tantos, porque no sabemos cuánto aguantaremos haciendo los EMCs, y nos gustaría volver a premiarte por algo que merezca la pena) vuelvas a la gran pantalla con proyectos que nos dejen pegados al asiento y que te lleven, por fin, a hacerte con el Oscar que tanto ansías.

Prescripción catártica: recomendamos que, para terminar de aclararte las ideas, te confines durante un par de meses en el monasterio de Yuste, siguiendo el ejemplo del gran Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano-Germánico. Mano de santo, oiga.

Y si no… siempre están los premios Cecil B. DeMille y los Oscars Honoríficos, ¡que además pueden ser póstumos! Así que no desistas.


¡No pierdas la esperanza, Leo!

Y no pongas esa cara de perrete abandonado, que no ha sido para tanto.


NOTA: Si nosotros fuéramos Peter Jackson nos esmeraríamos MUY MUCHO con El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos. Teniendo en cuenta que El hobbit: La desolación de Smaug tuvo, como ELDWS, 15 nominaciones en los EMCs 2014 y se llevó nada más y nada menos que 6 galardones, y visto lo acontecido con Crowe y a DiCaprio, el siguiente en caer tiene que ser Jackson. Así que, ¡que se ande con cuidado!


domingo, 21 de septiembre de 2014

Episodio V: ¡La Catarsis contraataca!


A estas alturas de la función puede que os sorprenda que en La Catarsis estemos publicando una entrada que no tenga relación con los  EMCs. Y, la verdad, ¡no os culpamos!

Pero como no podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo en justificar nuestra ausencia (principalmente porque no tiene justificación), vamos a dar paso a las noticias de hoy:

¡HEMOS VUELTO!

Es obvio que estamos de vuelta (si no, no estaríais aquí leyéndonos), pero merece la pena hacer hincapié en ello porque es una cosa importante. Seguimos aquí, vivitos y coleando, dispersos a lo largo y ancho de la geografía española (¡cosas que pasan!), pero con los cerebros más podridos que nunca.

Después del verano la primera acción catártica que hemos llevado a cabo para aliviar nuestras conciencias ha sido enviar a todos los participantes de los EMCs sus Sir Mazapanes de Consolación para Torpes. De hecho, y contra todo pronóstico, parece que a algunos ya os han llegado vuestros premios. ¡Ya iba siendo hora de que empezáramos a cerrar el ciclo de los EMCs 2014!


Antes de seguir adelante tenemos que advertiros algo: esta entrada no es una nueva entrega del malogrado Psicoanálisis Estulto no apto para Muggles. No obstante, antes de que os echéis a llorar desconsoladamente deberíais saber que no nos hemos olvidado de dicha sección: todavía quedan cinco volúmenes de la misma por publicar y en algún momento volveremos a la carga con ellos.


Llegados a este punto la pregunta que estará rondando vuestras cabecitas será: “¿QUÉ DEMONIOS ES ESTA ENTRADA?” Pues bien, esta entrada es fruto del aburrimiento, como el 99% de las publicaciones de este santo blog.

Era ponerse a pegar tiros a una pared como Sherlock o escribir en La Catarsis...

Como bien sabéis, los redactores de La Catarsis Erasmista sentimos una profunda debilidad por el mundo del celuloide; qué mejor prueba de ello que nuestros Erasmos de Mazapán Catárticos. Sin embargo, los EMCs son una cosa puntual que sólo tiene lugar (¡gracias a Ningirsu!) una vez al año. ¿Qué pasa el resto del tiempo? ¿No vemos películas? ¡CLARO QUE VEMOS PELÍCULAS! Quizá no tantas como deberíamos (definitivamente no tantas como para poder llamarnos a nosotros mismos cinéfilos), pero empleamos una cantidad sustancial de nuestro tiempo en el visionado de filmes.

No sé al Exarca de Kyoto, pero a mí me faltan ganas, conocimientos y desparpajo como para inaugurar una sección de crítica cinematográfica en toda regla. Para eso ya tenéis blogs a cascoporro por los Interneses, además de revistas (más o menos) especializadas como Fofogramas y Cisnemanía, o la loable sección de críticas de Manzanas Azules.

A este blog le hace falta un añadido fílmico desenfadado y más recurrente que los EMCs. Una sección de cine donde hablemos de películas y series, actores, directores, productores (y demás! ♪ ) porque sí, porque nos da la gana. ¿Nos ha gustado una película? Hablamos de ella. ¿No nos ha gustado una película? HABLAMOS MUCHO DE ELLA. ¿No entendemos qué están haciendo directores de la talla de Martin Scorsese y Ridley Scott con sus vidas? LO DECIMOS MUY FUERTE.

No sonrías tanto, Scorsese, que contenta me tienes...

Creo, pues, necesaria la creación de un espacio pseudo-cinéfilo donde tengan cabida nuestras reflexiones y al que me ha costado bautizar. Lo primero que me vino a la mente fue Crónicas Murcianas (nunca sabré por qué). Pero descartada esta ocurrencia imprevista, teniendo en cuenta que el glorioso título Abortos de Mejillón ya está reservado para otra sección de este blog (a mí no me miréis, es cosa de la Beata Beatrix), y que carezco de morro suficiente como para llamarla Mierdosis (por mucho que me guste el nombre, no deja de ser una ocurrencia de los de Muchachada Nui), he acabado decantándome por…


(Conste que estuve a punto, ¡a puntito!, de llamarla Cinema Cocoliso, pero me parecía un título demasiado poco serio, incluso para tratarse de una sección de este blog…)

Quizá debería plantearme crear otra sección a la que llamar así...
porque me duele en el alma que esta imagen esté condenada al olvido.

Podría inaugurar esta sección con una entrada kilométrica dedicada a argumentar pormenorizadamente por qué no me gustó El lobo de Wall Street. O también podría escribir sobre lo muy decepcionada que me tienen individuos como Leonardo DiCaprio (desde El lobo de Wall Street), Russell Crowe (desde Los Miserables), Johnny Depp (desde Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto), Martin Scorsese (por El lobo de Wall Street), o Ridley Scott (por cosas como Prometheus y El consejero, y por querer rodar Blade Runner 2). O quizá podría explicar por qué hacer un remake de Ben-Hur, Lawrence de Arabia o West Side Story (CUIDADITO CON LO QUE HACES, SPIELBERG) me parecen pésimas ideas. A riesgo de poner en juego la poca salud mental que me queda podría también analizar una por una las claves del casposísimo éxito de películas de la talla de Kárate a muerte en Torremolinos o El ataque de los tomates asesinos. O, ¡o!, podría incluso daros 521 razones por las que una de las primeras lecciones que deberíais enseñar a vuestros hijos es que Indiana Jones es una trilogía.

Sin embargo, no acometeré ninguna de tales empresas (y eso que la de El lobo de Wall Street me tienta, pero sólo pensar que tendría que revisionarla para poder escribir sobre ella me revuelve el estómago): voy a inaugurar esta sección con la última película que me he sentido tentada de añadir a mi lista de favoritas en FilmAffinity (y no, no penséis que os voy a proporcionar el enlace a mis listas de FilmAffinity, porque si las consultaseis dejaríais inmediatamente de leer esta entrada).

Para contextualizar el asunto (“contextualizar”: algo que NO deberíais hacer a menos que seáis historiadores de algún tipo) diré que recientemente he llegado a la conclusión de que a lo largo de mi infancia he tenido una educación deficiente en materia cinéfila. Sí, puedo recitar del derecho y del revés la gran mayoría de películas Disney de los 90, tengo Space Jam y ¿Quién engañó a Roger Rabbit? grabadas a fuego en la retina escena por escena, todavía intercambio de manera aleatoria con mis compañeros de Bachillerato citas de Pequeños guerreros, Robin Williams (que en paz descanse) fue uno de los mayores héroes fílmicos de mi niñez gracias a, entre otras, Flubber, Señora Doubtfire y la todopoderosa Jumanji… ¡pero no me saquéis de ahí!

Siento una necesidad imperiosa de revisionar Jumanji ya desde hace tiempo.

¿Qué quiero decir? Por ejemplo, que no he visto La princesa prometida hasta los 21 años. NO HE VISTO LA PRINCESA PROMETIDA HASTA LOS 21 AÑOS. Que ya me daba hasta vergüenza ponerme a verla con estas edades. “¿¡Pero cómo no has visto La princesa prometida, si me la he tragado yo ocho millones de veces de pequeño!?” ¡NO LO SÉ! ¡Ni siquiera había oído hablar de ella hasta que entré en Tumblr!

Y eso no es lo peor: a día de hoy todavía no he visto ni Los Goonies, ni La historia interminable (aunque sí me he leído el libro, porque Michael Ende es mucho Michael Ende), ni Willow, ni Los gremlins, no tengo recuerdo alguno de Dragonheart (aunque mi madre está empeñada en que he tenido que verla alguna vez), etcétera, etcétera, ETCÉTERA.


Esto no puede ser, menos aún si tenemos en cuenta que mi misión principal en esta vida es la de pervertir a mis futuros sobrinos a base de ponerles películas infantiles en VHS a escondidas de mi hermano, creando así una especie de utopía cultural noventera en la que las pobres criaturas puedan crecer sanas y salvas. ¿Se puede saber qué utopía de chichinabo pretendo fabricarles faltándome como me faltan tantas obras maestras del cine infantil por ver? ¡Estoy abocada al fracaso!


El caso es que el otro día, a mis ya 22 primaveras, vi por primera vez Labyrinth (dir. Jim Henson, 1986), y qué queréis que os diga…


... sé que habría crecido más feliz si hubiera sabido de la existencia de este David Bowie cuando era niña. (De hecho, muy probablemente mi estilismo también se hubiese visto afectado gracias a él.)


¿Qué es Labyrinth? ¿Habéis visto Labyrinth? ¡Ved Labyrinth!


Labyrinth es una gozada. Cuando la ves ahora no puedes evitar ser consciente de lo cutres que resultan los efectos creados por ordenador, de que a las marionetas se les ven los palitroques que les mueven las manitas, de que muchos decorados son de glorioso cartón-piedra, y de que el playback de Bowie no puede ser más evidente, pero… ¿y qué? ¿Acaso soy la única nostálgica a la que le hacen los ojos chiribitas cuando se enfrenta al visionado de una película tan genuinamente ochentera?


Pero bueno, al grano: ¿de qué va Labyrinth? De una quinceañera que, un poco hasta las narices de hacer de canguro de su hermanastro, un bebé chillón insoportable, le pide al Rey de los Goblins (como si aquí le ruegas a Dios: es algo que se hace por costumbre, no porque creas que vaya a hacerte mucho caso) que se lleve al crío un rato, porque a ella ya le ha calentado demasiado la cabeza. Lo malo es que el Rey de los Goblins EXISTE (p-p-p-plot twist!), tiene cara de David Bowie, y atendiendo a la súplica de la muchacha encierra al crío en la Ciudad de los Goblin, situada en medio de un laberinto la leche de grande que está plagado de esbirros del Rey. Total que la quinceañera tendrá que buscarse las mañas para atravesar el laberinto en menos de 13 horas o si no su hermanastro será convertido en un goblin y a ella le caerá un castigo que la privará de postre hasta los 33 años.

"A Jack Torrance le gusta esto."

El primer borrador del guión de Labyrinth corrió a cargo de uno de nuestros ídolos catárticos por excelencia, Terry Jones (aka “la madre de Brian”), integrante de los Monty Python. Y aunque el resultado final es fruto de la colaboración de otros guionistas (entre ellos el amigo George Lucas), el espíritu pythoniano de Jones se deja sentir en la película, o al menos a mí así me lo parece, sobre todo por medio de las intervenciones de los personajes secundarios.


Sobran las palabras.

00:00 - 00:19. A la pobre pared de roca sólo le falta decir "But it's my only line!"

El argumento no es nada del otro jueves, como podréis comprobar, y canta a la legua que es una especie de refrito a medio camino entre Alicia en el País de las Maravillas y El mago de Oz con el que, como no podía ser de otro modo, se pretende promover el valor de la amistad y del trabajo en equipo. Aunque también hay quien cree que Labyrinth es una alegoría sobre el control mental y la pone en relación con los Illuminati… (¡este parece un trabajo para Robert Langdon!)

A Langdon ya le duele que siempre hagamos el mismo chiste sobre el tema.

Entonces, ¿qué es lo que hace de Labyrinth una película que me he sentido tentada de incluir entre mis favoritas?

1. Jennifer Connelly

¿Se puede ser más bonita que Jennifer Connelly de adolescente? Cuando ya creía que no podría enamorarme más de ella de lo que lo hice tras ver Érase una vez en América (PELICULÓN QUE TODOS DEBERÍAIS VER, así, como dato), llega Labyrinth y me rompe los esquemas. No porque Connelly brinde una interpretación digna de un Oscar de Hollywood ni mucho menos, sino porque, como ya he dicho, es bonita hasta decir basta, tiene unos ojos verdes que quitan el sentido y dan ganas de comérsela con patatuelas (siempre que no se pone repelente por exigencias del guión).


De la escena del baile (a la que pertenece este modelito) hablaré más adelante pero, por favor, ¡MIRAD QUÉ COSA MÁS PRECIOSA DE MUCHACHA!


Y en la primera escena tiene una pinta de Ofelia tan perfecta que dan ganas de ahogarla en un riachuelo para actualizar el famoso cuadro de Millais.



2. David Bowie

GOD BLESS DAVID BOWIE


Bowie siempre ha sido y será un pintas. Algunos (¿muchos?) de sus estilismos pueden tildarse, a todas luces, de horteradas caballunas (aunque no sé si nuestra experta en moda, la Beata Beatrix, compartirá mi opinión), pero parece que con los años se ha ido sosegando. El look de su Jareth, Rey de los Goblins, es harina de otro costal: cardado típico ochentero, maquillaje estrambótico, prendas de cuero, cuellos levantados, camisas de chorreras, mallas de huevera apretada, botas altas de tacón considerable… salvando las distancias, Jarteh podría haberse escapado de un videoclip ochentero de alguna banda de glam de la época.

Si a eso le añadimos que Bowie no deja de tener un algo a nivel físico que lo hace único (el detalle de las pupilas disparejas le añade por lo menos +10 de carisma), Jareth se convierte en un pseudo-villano mítico por derecho propio. Más aún con la voz (qué voz) y el acento puramente british que gasta Bowie, ¡para qué queremos más!

Y está todo tan sobreactuado… que al final el resultado acaba teniendo encanto.

Ya tengo disfraz para los próximos Carnavales.


3. Las marionetas y señores disfrazados

De entre los que destacan:

Hoggle.
Ludo (el bigardo de la derecha).
Sir Didymus.
Aunque que conste que hay muchos más.

Podéis decir (y con razón) que estoy “chapada a la antigua”, pero casi agradezco encontrarme con bichos fantásticos que no estén creados mediante CGI, ya sean marionetas, animatrónicos, señores metidos dentro de trajes rocambolescos.... Sí, lo de generar imágenes por ordenador es la panacea (y abre un mundo infinito de posibilidades en el cine, eso es innegable), pero también hay que admitir que últimamente estamos llegando a unos extremos en que en las películas se ven más nítidos los bichos creados por CGI que los propios actores, y a mí me parece que eso ya canta.

Vale, ahora puede que cuando veáis al Yoda de la trilogía original de Star Wars os dé la risa. Pero, ¿de verdad era necesario poner a Yoda en modo “mosca zumbona karateka” en la nueva trilogía? ¡Con lo bien que han envejecido, por ejemplo, los efectos especiales de Parque Jurásico, a sus 21 añitos! Casi me atrevo a asegurar que cuando estrenen Jurassic World el año que viene se les irá la mano con el CGI y será Chris Pratt quien parezca irreal comparado con los dinosaurios que traten de zampárselo.

A lo mejor es que he tragado demasiado Barrio Sésamo de pequeña, pero a mí lo de las marionetas y los señores disfrazados me inspira bastante ternura, por mucho que las pintas de algunos de los bichos los conviertan en firmes candidatos a protagonizar pesadillas de toda índole.

¿Os imagináis que a E. T. lo hubieran generado por ordenador? ¡SACRILEGIO!


4. Este diálogo:

Que no he dejado de repetir mentalmente desde que vi la película.

JARETH: You remind me of the babe…
GOBLIN: What babe?
J: Babe with the power!
G: What power?
J: Power of voodoo!
G: Who do?
J: You do!
G: Do what?
J: Remind me of the babe!

00:04 - 00:12

Y que además es un guiño a un diálogo entre Cary Grant y Shirley Temple en El solterón y la menor (1947).

01:53 - 02:01

Pero volviendo al numerito de Bowie, enlazamos con el siguiente punto…



5. Las canciones

En la tónica de colaboraciones como la de Ray Parker Jr. en Los cazafantasmas (1984), Queen en Los inmortales (1986), o Bryan Adams en Robin Hood: Príncipe de los Ladrones (1991), con respectivos videoclips en que músicos y actores compartían localizaciones o, en el caso de los segundos, incuso batallas entre espada y pie de micro, en Labyrinth los números musicales se ponen al servicio de David Bowie por completo. No le hace falta grabar videoclips aparte porque las propias escenas de la película pueden considerarse como tal.

Ya veíamos arriba el caso de Magic Dance, donde Bowie se marca un bailecito rodeado de 48 marionetas, 52 marionetistas y 8 personas disfrazadas de goblins. Ahí es nada. Y con miradas a cámara y todo. "PORQUE YO LO VALGO", que pensaría Bowie.

Junto con Magic Dance los dos números musicales más sobresalientes son As the World Falls Down y Within You.


No sé vosotros, pero yo en cuanto vi el ambiente general de este número esperaba ver aparecer en cualquier momento a los de Queen con las pintas del videoclip de It’s a Hard Life. ¡Ah, benditos años 80! Yo creo que desde que Mercury y Bowie grabaron juntos Under Pressure en el 81 debieron amigarse e intercambiar ideas acerca de modelitos y estética en general… ¡vaya dos!


Y luego tenemos el no va más, el cénit de la película, el punto álgido, ¡la catarsis de la guasca!: Within You.



Por si no me habían conquistado lo suficiente con el resto de la película, ya llegando al final me plantan un breve numerito musical que se desarrolla en un escenario sacado de Relatividad, la famosa litografía de M. C. Escher de 1953.


No sé qué me pasa con Escher. Tal vez vagar sin rumbo durante tres años por los pasillos del Conservatorio de Música de Getafe, de cuyas paredes colgaban (y espero que sigan colgando) multitud de reproducciones de las litografías del susodicho, hizo que acabara cogiéndole cariño a su particular universo de figuras imposibles. O quizá dedicarle demasiadas horas a construir una maqueta de Relatividad en cartón pluma con la paciente Irene terminó de establecer las bases de una sólida e imperecedera conexión espiritual entre el artista neerlandés y yo.

Los trabajos que hacíamos en 1º de carrera sí que molaban...

El caso es que ver a Jareth/David Bowie cantarle a Sarah/Jennifer Connelly en semejante emplazamiento  mientras hacía piruetas de escalera en escalera desafiando a las leyes de la gravedad revolvió algo muy dentro de mi ser. Ahí fue cuando supe que Labyrinth se había ganado el derecho a ocupar un puesto preeminente en mi Lista de películas para pervertir a mis sobrinos. ¡Y con razón!

NO ME CANSO DE VERLO.


Conclusión: pese a quien pese, me ha encantado Labyrinth. Me gustan su espíritu cien por cien ochentero, lo cutre que resulta en general vista desde una óptica actual, la imperante sobreactuación, lo mucho que chupa cámara David Bowie (porque él lo vale), lo entrañables/terroríficos que resultan sus monstruitos… ¡todo!

IN GEORGE LUCAS WE TRUST!
(¿Os he dicho ya que George Lucas es productor ejecutivo de la película? Eso lo explica todo...)

Lucas, Bowie y Jim Henson (el director de la película) satisfechos por el trabajo bien hecho.


Y hasta aquí mi humilde reflexión cinéfila que, como veis, no lleva a ninguna parte. Disculpadme mientras me pongo a reunir materiales para tratar de transformar el Renault Clio de mi madre en una máquina del tiempo (el presupuesto no me da para un DeLorean), y con un poco de suerte me voy a vivir la vida loca en los 80.

Pero antes lanzo una pregunta al aire:


¿Qué películas añadiríais a mi lista (o a la vuestra particular)
de Películas para pervertir a mis sobrinos?

¡Y no valen dibujos animados! Eso lo dejamos para otro día…


Humanistas a la conquista de Facebook