Ridley Scott y yo
hemos terminado
No me preguntéis cómo llevo la ruptura porque la herida está
todavía reciente, pero mi resolución es firme y no pienso echarme atrás: lo mío con Ridley Scott se ha acabado.
Ridley y yo siempre hemos tenido, desde el inicio de nuestra
relación, ciertos roces. Pero como ocurre con todos los grandes genios, de vez
en cuando hay que saber perdonarles sus delirios de grandeza y estar ahí para
volver a ponerles los pies en el suelo cuando es necesario.
Ridley me conquistó, ¡y hasta qué punto!, con su magistral Alien
(1979). Nada tengo que reprocharle por aquello, ya que gracias a ella me
convertí de la noche a la mañana en ferviente admiradora de la teniente Ripley
(de las pocas protagonistas dignas que una versión femenina de Los Mercenarios podría tener) y firme
adepta a la religión de los xenomorfos, critaturitas bellas donde las haya a
las que, como a toda divinidad que se precie, hay que amar y temer a partes
iguales.
Mirad qué cosa más simpática de bicho. |
Sin embargo, y pese a mis súplicas para que Ridley no
abandonara la franquicia Alien antes
de lo debido, acabó delegando la tarea en compañeros como James Cameron (que,
para mi gusto, consiguió con Aliens (1986)
desmentir aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”), David Fincher y
Jean-Pierre Jeunet. Craso error. Si con Alien3
(1992) la cosa ya desvarió bastante –aunque
afortunadamente el final de la película cerraba decentemente la trilogía
dedicada al xenomorfo–, lo de Alien:
Resurrection (1997) fue
imperdonable. Más aún si pensamos que me gasté 11.95€ en hacerme con ella,
desoyendo los consejos de entendidos en la materia, sólo porque “tenía que
completar la colección”. Oídme, stultos:
ES MALA CON GANAS.
De Blade Runner (1982) nunca supe bien
qué pensar. A Harrison Ford hay que tenerle cariño por razones de peso que
incluyen ser Han Solo e Indiana Jones, pero el único consuelo que encuentro
cuando trato de justificar su papel en esta película es que quizá el personaje
de Rick Deckard no necesitara más del gesto y medio que Ford emplea para darle
vida. Aún así, la presencia de Rutger Hauer y de Vangelis a cargo de la banda
sonora todo lo curan. Recomiendo, no obstante, hincarle el diente a la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
de Philip K. Dick y tratar luego de entender qué le pasó a Ridley por la
cabeza para que Blade Runner terminara
siendo lo que es hoy.
Dios bendiga a Roy Batty en general, y a esta escena en particular.
No obstante, no puedo jactarme de haber estado siempre ahí
para Ridley, así que de 1982 me veo obligada a saltarme una década de su
filmografía, sintiéndolo mucho por Thelma & Louise (1991), hasta
llegar a 1492, la conquista del paraíso (1992), película que no merece
siquiera ser comprada por un mísero euro en los puestos correspondientes del
Rastro donde, creedme, siempre os encontraréis con un mínimo de cinco o seis
copias de la misma (por algo será).
Creo estar en lo cierto si digo que 1492, la conquista del paraíso supuso el principio del fin de mi
relación con Ridley. Aquí ni Sigourney Weaver, ni siquiera Vangelis pudieron
hacer algo para mejorar este estropicio. Terrorífico, abominable. ¿Por qué,
Ridley, hiciste algo así? Quise pensar que hasta los más grandes flaquean de
vez en cuando, así que achaqué 1492 a
un bajón creativo y pasé página.
Os dejo con la banda sonora, que es lo único salvable.
La siguiente película con la que Ridley me sorprendió, y de qué manera, fue Gladiator (2000). Un Russell Crowe en estado de gracia, el inquietante pero magnético Joaquin Phoenix, mi bien amado Derek Jacobi paseándose por el Senado romano como Pedro por su casa, banda sonora de Hans Zimmer y, en general, muchos elementos que parecían pensados exclusivamente para hacerme feliz. “Ridley, has vuelto” pensé, esperanzada.
Pero igual que Russell Crowe, que después de Gladiator y la inmediatamente posterior Una mente maravillosa (2001) no volvió a
levantar cabeza hasta día de hoy, Ridley tenía sus días contados.
En 2001 estrenaba Hannibal, no sé con qué intención.
¿Acaso esperaba, pobre inocente, no ya superar (hazaña imposible) sino igualar
la perfección de El silencio de los
corderos (1991)? ¿Tantos años en el mundo del cine no le habían enseñado que hay
cosas que es mejor dejar tranquilas si uno no quiere que su reputación como
cineasta se vaya al garete? Parece que no. Hannibal
resulta, siendo benévolos, decepcionante. Sé que hay mucho fan de Juliane
Moore suelto (yo también lo soy, aunque en menor medida, por lo que parece),
pero para mí nunca habrá más Clarice Starling que Jodie Foster. Y me duele admitir
que Hannibal me produce un sopor
profundo cuando entre su reparto están no solo el gran Anthony Hopkins sino
también mi querido Gary Oldman; pero nada, ni por esas. ¿En qué estabas
pensando, Ridley…?
Como me pasaba con Thelma
& Louise, tampoco puedo hablar de su siguiente éxito, Black
Hawk Down (2003), aunque creo recordar que las opiniones que he oído al
respecto son bastante buenas. Paso, pues, a la siguiente obra de su
filmografía: Kingdom of Heaven (2005).
(A Black Hawk Down le
sigue Matchstick Men (2003), de la que no tengo noticia alguna. No
obstante, y puesto que el protagonista no es otro que el malogrado Nicolas
Cage, todavía y por fortuna luciendo sus entradas originales y no los implantes
capilares de los últimos años, prefiero obviar su visionado, por cuestiones de
salud.)
Nunca olvidaré a cierto profesor, erudito donde los haya en
materia de cine, que al referirse a Kingdom
of Heaven la calificó con el adjetivo “mala” un mínimo de veinticinco veces.
Huelga decir que comparto su opinión, aunque he de admitir que en su momento vi la película gustosa por protagonizarla Orlando Bloom (a quien, en pleno auge de la
trilogía de El Señor de los Anillos, yo
tenía en cierta estima por aquello de que Légolas me hacía tilín… aunque todos
sabemos que eso no duraría mucho, y que mis hormonas pronto me llevarían con mejor tiento por el camino de los montaraces churretosos). Tal vez lo de que la película se rodara en parte en el
aragonés Castillo de Loarre debería apelar a mi compasión, pero mucho me temo
que no es así.
“Querido Ridley”, le dije, “parece que con Gladiator te pitó la flauta de pura
casualidad, porque si atendemos a los ejemplos de 1492 y Kingdom of Heaven
me parece a mí, no sé, que el cine histórico no es lo tuyo”. Pero Ridley hizo
oídos sordos a mis palabras y siguió recorriendo su particular camino hacia la
más absoluta pérdida de credibilidad como cineasta.
A continuación vendría A Good Year (2006) que, por si no
lo sabíais, fue producto de un último esfuerzo de Ridley por recuperar mi fe en
él. ¿Por qué? Porque reunió en la pantalla a Russell Crowe (hacia quien yo
todavía sentía cierto cariño, dado que para Los
Miserables aún faltaba mucho) con uno de mis amores platónicos
femeninos franceses (tengo varios, ya os contaré) por excelencia, Marion
Cotillard. Lo hizo adrede, claro está, para intentar ganarse mi favor. ¡Pero
no lo consiguió!
Y es que la película no es nada del otro mundo,
aunque la ambientación en la Provenza francesa sea algo que siempre le alegra la
vista al público. Pero con todo y eso, no le hace ni de lejos justicia a
Ridley.
Lo siguiente en su filmografía sería American Gangster (2007),
película que todavía tengo pendiente. No obstante, y aquí confío ciegamente en
el juicio emitido por El Exarca de Kyoto al respecto, merece la pena verla.
La que sí he visto, por suerte o por desgracia, es Body
of Lies (2008), con nada más y nada menos que Leonardo DiCaprio y
Russell Crowe en los roles protagonistas. Tuve suerte de ver esta película en
su momento, porque si tuviera que visionarla hoy, después de El lobo de Wall Street y Los
Miserables, probablemente me negaría a hacerlo (no puedo ver a ninguno de
los dos actores ni en pintura). Aún así, Body
of Lies pasó por mi vida sin pena ni gloria, aunque debo reseñar que me sirvió para ir
cogiéndole cariño a Mark Strong (algo que he seguido haciendo a lo largo de los
años).
Puede verse perfectamente cómo a estas alturas mi relación con Ridley
Scott ya se encontraba bastante deteriorada. Pero lo peor estaba por venir. En
2010 tanto Ridley como yo pusimos todas nuestras esperanzas en Robin
Hood. Yo, porque la historia
del forajido inglés siempre me había llamado la atención; Ridley, porque todavía
pretendía demostrarme su destreza en la creación de películas históricas.
¿Cuál fue el resultado? Aunque no fue del todo malo (¿qué queréis
que yo le haga?, me combinan en una misma película el siglo XIII inglés, tiro
con arco, musiquilla irlandesa que me trae recuerdos del Barry Lyndon de
Kubrick, a un Alan A’Dayle que parece salido de un grupo heavy, paisajes verduscos, al ya mencionado
Mark Strong, a Matthew Macfadyen y su portentosa voz, y a otra de mis grandes debilidades
femeninas francesas como es Léa Seydoux… ¡no puedo resistirme!), tampoco
fue bueno. No fue, como quizá algunos esperábamos, “el nuevo Gladiator” de Ridley Scott.
No creo que se recuerde al Robin Hood de Crowe por encima del de Kevin Costner. Y aunque así
fuera, cosa que dudo, todavía tendría que medirse con Sean Connery y, desde
luego, con Errol Flynn, cuyas mallas verdes tienen un poderío imbatible.
Prometheus (2012) ya es harina de otro costal. Todavía conservo
el cuaderno donde, al salir del cine, un amigo y yo tratamos de reconstruir el árbol
genealógico del bicho que aparece al final de la película, sin éxito. Si Ridley
pretendía que Prometheus se erigiera
en digna sucesora de Alien, desde
luego fracasó estrepitosamente. No sólo porque, lo siento, Noomi Rapace no le
llegue ni a la suela del zapato a la teniente Ripley, ni porque cualquiera
prefiera beberse de un trago el contenido de las famosas ánforas de la película a tener que vérselas cara a cara con un
xenomorfo de los de toda la vida, sino porque la trama de Prometheus no hay por donde pillarla.
En verdad, en verdad os digo que lo mejor que ha dado Prometheus ha sido el artículo al
respecto que publicaron en JotDown: Prometheus para dummies. Bueno, eso y las odiosas pero inevitables comparaciones
entre los Ingenieros y Calamardo Tentáculos…
Y llegamos al plato fuerte: The Counselor (2013).
Tener una puntuación de 5,4 en IMDb no es moco de pavo: indica que la película
en cuestión es mala con ganas. Yo, por si os interesa saberlo, fui en extremo
benévola y le puse un 2. Es la película a la que menos puntuación le he dado en
toda mi vida cinéfila. ¡Incluso Ira de
Tostones (Ira de Titanes, 2010)
tiene un 3!
Además, y por si no os acordáis, The Counselor recibió una nominación al EMC 2014 a la Mejor Escena
Sexual No Justificada, por aquella en la que Cameron Díaz aparece “follándose a
un ferrari”. ¿Y qué habíamos dicho que era peor que tener muchas nominaciones a
los EMCs? No tener ninguna.
Podría escribir una crítica feroz de The Counselor y no dejar títere con cabeza pero no lo haré, porque no merece la pena. Os doy simplemente un consejo: no la veáis. No malgastéis 117 minutos de vuestras vidas en ella, como hice yo por amor al arte.
Podría escribir una crítica feroz de The Counselor y no dejar títere con cabeza pero no lo haré, porque no merece la pena. Os doy simplemente un consejo: no la veáis. No malgastéis 117 minutos de vuestras vidas en ella, como hice yo por amor al arte.
Obviamente, después de The
Counselor le retiré la palabra a Ridley durante un tiempo. Aquella crisis
de pareja no presagiaba nada bueno. Pero todavía tenía fe en el Ridley de
antaño, el Ridley que había llevado a la gran pantalla Alien. El espíritu de aquel Ridley todavía tenía que estar vivo, en alguna parte.
¡Ah, qué ilusa fui! Desde entonces Ridley no ha hecho más
que anunciar proyectos que me han hecho llevarme las manos a la cabeza. El
primero de ellos, cuyo estreno es inminente, es Exodus: Gods and Kings (2014).
Os dejo aquí el tráiler y os animo a que hagáis memoria (sobre todo aquellos
que pertenezcáis a mi generación) tratando de encontrarle un paralelo
cinematográfico.
A lo mejor alguno se ha remontado hasta The Ten Commandments (1956) de Cecil B. DeMille, con Charlton Heston y su pelucón post-revelación en el Monte Sinaí, pero no me refería a ella. ¿A nadie le parece esto un vil refrito de The Prince of Egypt (1998)? Desde luego, la historia es la misma, y mientras que la segunda la desarrolla en unos digeribles 99 minutos, la primera lo hará en 142. Para más inri, la película de animación cuenta con una banda sonora del todopoderoso Hans Zimmer que fue nominada al Oscar en su momento, ¡y no me extraña!
Y si no, decidme una cosa: ¿qué queda más épico, el tráiler de
The Prince of Egypt con la música de Exodus, o el tráiler de Exodus con la música de The Prince of Egypt? Creo que la
respuesta está bastante clara…
Además, entre el tono 300 de la fotografía y los “impresionantes” planos aéreos creados con CGI, me parece a mí que Ridley no va a aportar nada nuevo al género. Llamadme rancia si queréis, pero es lo que hay.
Por si fuera poco, el proyecto estrella de Ridley Scott para
un futuro no muy lejano es, agarraos a la silla, la secuela de Blade Runner.
Bien, como ya os he dicho, me cuento entre los fans moderados de la película;
no soy, ni mucho menos, de los que la defienden a capa y espada. Pero aún así
la idea de rodar una secuela me parece un error como la copa de un pino. Y lo
peor es que Harrison Ford parece estar entusiasmado con la idea. ¿Por qué? ¿Qué
necesidad tenemos de ver a Harrison “Fósil” Ford otra vez como Rick Deckard?
Vale que al parecer existen tres novelas, secuelas oficiales
y autorizadas por Philip K. Dick (recordemos, el escritor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)
que fueron escritas por un colega suyo, K. W. Jeter, para continuar con el
argumento tanto de la novela original como de la película. Por tanto, no puedo
quejarme de que Ridley vaya a sacarse el guión de Blade Runner 2 la manga (aunque visto lo que hizo con la primera, tampoco
sé qué pensar). El caso es que, a mi juicio, Blade Runner, como película de culto que es, merece ser dejada en
paz.
Si no, Daryl Hannah se pone nerviosa. |
¿Qué pretende Ridley resucitando la que muchos consideran
como su obra maestra treinta años después, seguir viviendo de las rentas? ¿Qué
espera hacer con un Harrison Ford que ya no está para muchos trotes? ¿Cree que puede
convertir Blade Runner 2 en una nueva
película de culto? Ridley, no. Desde luego que congregará a las masas en los
cines, fans de todas las edades que irán a ver qué fue de Rick Deckard y los
replicantes, qué de aquel misterioso unicornio de origami. Muchos irán (iremos, para qué engañarme) por comprobar si, años
después, consiguen por fin despejar la incógnita que pesa sobre el personaje de
Deckard: ¿replicante o humano?
Sin embargo me atrevo a profetizar, y ojalá me equivoque,
que los amantes de Blade Runner quedarán
divididos: algunos pocos, creo, elevarán a Ridley a la categoría de divinidad
después de ver esta secuela, sinceramente maravillados por el poderío narrativo
y el buen saber hacer cinematográfico del director; otros muchos quedarán
decepcionados con la película, por no haber sido capaz de colmar sus
expectativas; otros la venerarán engañándose a sí mismos, tratando de
convencerse de que está a la altura de la original y reacios a afrontar la
cruda realidad. Y también habrá un nutrido grupo de espectadores que, ajenos a
lo que supuso Blade Runner en su
momento, se enfrentarán a esta secuela como si se tratara de una película de
ciencia ficción más, como tantas otras que se ven en las carteleras hoy día. Y
quizá a alguno se le despierte la curiosidad por saber cuál es el origen de la
misma, topándose así con el filme de 1982 y tachándolo, casi con toda
seguridad, de tostón intragable.
Pero ni siquiera las noticias de Blade Runner 2 han sido las que me han movido a romper con Ridley. Lo que de verdad me ha hecho hervir la sangre ha sido saber que Ridley Scott va a producir una mini-serie
que supone la secuela de 2001:
A Space Odyssey (aquí
la noticia en la web de Fofogramas).
Os resumo mi reacción:
A ver cómo os lo explico: 2001: A Space Odyssey (1961) es ABSOLUTAMENTE INTOCABLE. No sólo por ser una creación del genial Stanley Kubrick, a quien le profeso una admiración fuera de lo común, sino porque volvemos al caso de Blade Runner: es una obra maestra que se ha ganado con creces su lugar en el firmamento del Séptimo Arte y no debe ser profanada.
Y muchos diréis: “Pero mujer, no te alarmes, que Ridley
Scott sólo va a ser el productor”. ¿Perdón? Está claro que quien va a partir el
bacalao va a ser mi amigo Ridley, y a estas alturas no me fío un pelo de él. Además, ¿no os vale el
ejemplo, por poner alguna otra serie, de Boardwalk
Empire? El productor ejecutivo de la misma no es otro que Martin Scorsese,
y se nota. ¿Pretendéis, pues, que la mano de Ridley Scott pase desapercibida en
este proyecto? ¡Inocentes!
La mini-serie, que al
parecer llevará el título de 3001: The Final Odyssey, y que según
dice IMDb verá la luz allá por 2017, adaptará el último libro de la tetralogía
escrita por Arthur C. Clarke, cuya primera entrega tomó Kubrick como base para
su película.
Obviamente aquí dudo que vayamos a encontrarnos con Keir
Dullea retomando su papel, aunque lo mismo insertan digitalmente la cara del
actor sobre el cuerpo sin vida del astronauta Frank Poole (a quien Dullea
interpretaba en el filme de Kubrick), con el descubrimiento del cual se inicia este
último capítulo de la saga.
Además, no es por juzgar antes de tiempo, pero… ¿de verdad pretenden
poner al guionista de Piratas del Caribe
(y, lo que es peor, también de la Australia
de Baz Luhrmann) a escribir y producir la serie? ¿Ese pobre diablo va a
tener que medirse con Kubrick y Arthur C. Clark? Le compadezco de veras.
¿Qué pensaría Kubrick de esta aventura que Ridley Scott se
apresura a emprender? Ojalá lo supiera. Desde luego no creo que le pareciera
viable desarrollar toda una mini-serie basándose en la premisa que le sirvió
para dar forma a 2001: la de
transmitir una determinada experiencia sensorial al espectador por medio de una
conjunción entre imagen y sonido que sólo él era capaz de crear. Dudo que los
valores estéticos que Kubrick tuvo presentes en la concepción de su película (y
que constituyen la esencia misma de 2001:
A Space Odyssey, así como la marca personal del director a lo largo de toda
su filmografía) vayan a tener el más mínimo
correlato en la mini-serie de Ridley, a la que le imagino unos intereses
bastante distintos.
Y, como decía en el caso de Blade
Runner 2, ¡ojalá en esto también me equivoque! Me encantaría tener que arrepentirme de mis
palabras de aquí a tres años y poder dedicar una entrega de esta sección a
alabar el criterio de Ridley Scott. Os prometo que, si llega el caso, me tragaré mi
orgullo y le pediré a Ridley que volvamos.
Mientras tanto, ojalá HAL 9000 boicoteando toda tentativa de
los creadores de la serie que suponga una falta de respeto a la memoria de
Kubrick.
Ojalá un monolito recordándole continuamente a Ridley que le va a ser difícil salir airoso de esta empresa.
Ridley Scott… te
vigilo.
NOTA: Sé que me he dejado más de una y más de dos películas
de Ridley Scott en el tintero: The
Duellists (1977), Legend (1985), Someone to Watch Over Me (1987), Black Rain (1989), White Squall (1996), y G. I.
Jane (1997). Os ruego que me perdonéis, pero no he tenido el gusto (o el
disgusto) de verlas, y tampoco cuento con ninguna opinión semi-fiable al
respecto. Si habéis visto alguna de ellas, estaré encantada de leer cualquier
cosa que queráis decir sobre las mismas en los comentarios de esta entrada.